X7 (El principio del fin).

El destino ya estaba marcado seguramente. Obviamente la X7 no tiene la culpa, de hecho no hizo nada, de hecho, prácticamente jamás la usé.

Un día como hoy, pero de 2021, la compré, una compra más entre tantas compras, una compra innecesaria más, claro. 

La vida era muy distinta en ese entonces, pero como dije al principio, el destino ya estaba marcado. Y como se titula esto, es donde comienza el final de la historia.

Si lo rebusco apenas un poco, quizás es cierto, hoy se cierra otro circulo. Cuando todo esto empezó no te conocía ni vos a mi, quizás vos estabas siendo feliz en alguna parte, ojalá, eso espero. Por mi parte yo no estaba siendo feliz.

Quizás la X7 es una excusa, pudo ser la X7, una camiseta de Boca, un CD de John Mayer, una entrada a un recital de Los Pérez García. Cualquier cosa, pero le tocó a la X7.

Cuando hice esa compra tan inútil e innecesaria, no fui feliz, gasté algo como 9000 pesos de esa época (el dólar valía algo como 105/100, sacá la cuenta) y ahí se generó un pleito, innecesario como casi todos, pero acá, la persona con la que compartía mis días, de la nada me quiso obligar a que confiese en que había gastado mi dinero y que ella debía saberlo, porque nosotros eramos eso, una pareja, un matrimonio, y debíamos contarnos todas las cosas que hacíamos, ella nunca me contaba nada, tampoco me importaba, quizás me contaba pero como no me importaba ni me acuerdo de sus cosas y sus gastos. 

Entonces cuando me puse firme en que no se lo iba a contar y que no lo iba a saber (en realidad lo iba a saber igual porque el correo iba a traer el paquete en dos horas) me dijo que si yo no podía compartir/confesarle lo que había hecho (una compra con mi dinero, porque básicamente tenía ganas) "Listo, esto se terminó. No podemos seguir casados. Nos tenemos que separar". 

(Acá iría el meme ese de los ojos grandes que sabés usar vos) es por eso que empiezo contando que le tocó a la X7, pero pudo haber sido cualquier cosa, un kilo de uvas, un frizze azul, cualquier cosa.

Al día siguiente fuimos al museo de los niños, con Helena, sería nuestra última actividad juntos como una familia constituida. Helena fue muy feliz ese día, como olvidarlo, gastó hasta la energía que no tenía, cuando se subió al auto se desmayó de cansancio.

Esa misma noche fue la de la frase "Que bien la pasamos, deberíamos comprarnos un auto y empezar a salir los tres juntos". Qué loco es todo con los psicopatas, el día anterior ya me había mostrado las cartas y yo ni enterado, ni las había visto, tantas veces me había echado, esa era una más, pero no era una más, era la última vez que iba a hacerlo. 

22 días después de esa frase, y post una discusión random, aparece por detrás mío y me dice "Me quiero separar, quiero que te vayas", seguro el cambio de año había apurados los tramites administrativos, vía whatsapp, que se estaban demorando desde el año anterior. 

45 días después, con Choco, Simo, y las dos X7 nos fuimos (después te voy a contar porque son dos) para no volver nunca. 

Le tocó a la X7, pudo ser cualquier otra cosa, cualquier otra excusa, el destino estaba marcado. Ese día, un día como hoy, mi vida estaba tomando otro rumbo, y aunque en ese rumbo tomé varias malas decisiones, al menos tuve la suerte de encontrarte a vos. 

Tus fotos.

Veo tus fotos, siempre las veo. 

A esta altura de la vida estoy lleno de ellas.

Recién me entero que son tantas. Son muchas. 

Ni sé porqué las tengo aún pero están ahí, ni sé porqué las tengo. 

Quizás no debí haberlas visto nunca, quizás no.

Pero lo cierto es que ahí están, y ahí seguirán estando. 

Las veo, recién las vi de nuevo y pienso "¿Por qué no antes? ¿Por qué no más temprano?".

Quizás antes hubiera sido más difícil, más complicado, más inexacto.

Porque ahora es eso, parece exacto pero no parece.

Porque veo tus fotos una y otra vez y es una realidad que ya no existe.

Y una realidad en la que yo no existía.

Yo no estaba, quizás no estaba en ningún lado nunca, como casi siempre.

Pero hubiera sido lindo, y si no era lindo, te aseguro que lo volvíamos así.

Volvimos lindas tantas cosas.

Pero yo no estaba en esas fotos.

Andá a saber donde estaba.

Y las vuelvo a ver y me vuelvo a preguntar.

Pero de nada sirve, porque nada cambia ni cambiará.

Fue así. 

Tuvo que ser así.

Tenía que ser así.


Eterno RetorNOT

Esta es una historia que me gusta como empieza. Es una de esas que sé que pasarán los años y podré contarles a mis hijos y a mis nietos. Seguramente, con el tiempo, le sumaré detalles y olvidaré otros (no por irrelevantes, sino porque mi memoria ya no es la de antes), pero la esencia permanecerá.

No puedo ubicar en un espacio temporal exacto cuándo sucedió. Pero entiendo que, cuando algo está destinado a pasar, simplemente sucede. Sí recuerdo que una vez morí de ganas de saludarla en su cumpleaños. No nos conocíamos, pero quise hacerlo; me quedé con las ganas. Pero habían cosas que tenían que pasar, y después, tenían que pasar muchas más.

Quizás la primera vez que hablamos fue cuando le pregunté: "¿Cómo se conjuga 'gaslighting'? A ver". Su respuesta fue genial:

"Yo gaslighteé. Ella gaslighteó. Ustedes gaslightearon. Y listo no juego más, no vale boludear a la piba."

(Fue genial, porque los genios hacen eso).

Después, todo empezó a sobrevolar en una amistad decorosa y tranquila. Pero ella iba a destacarse, seguro ni siquiera sabe cómo, porque yo tampoco lo sé. Se hizo mucho espacio y apareció un día, de la nada, me contó, me preguntó, me dijo.

Y esas cosas no se eligen ni se deciden; es como cuando te enamorás, algo así, simplemente pasa. Ahora me toca a mí declararme culpable de haber desarrollado un apego ansioso al que hoy tengo controlado, pero al que siempre miro de reojo. Lo hago cuando siento que me falta algo, que la extraño, que la necesito, o que quiero contarle o preguntarle algo.

A veces pienso en que la vida es cíclica y todo se repite. Si esto se vuelve a repetir, Nietzsche habrá tenido razón. Pero si no pasa y vuelve a ocurrir, deberíamos al menos intentar cambiar la parte donde nos conocimos, a mi entender, tan tarde. Yo te necesitaba como desde el 2010, cada vez estoy más convencido.

Es como a veces cuando le pregunto: "¿Vos cuántos años tenías en el 2008?". Me responde y digo: "Ah, eras una beba". Dicho sea de paso, ese fue el primer apodo con el que me referí a ella apenas tuvimos una pizca de confianza.

Detalle aparte es nuestra playlist de Floricienta, Chayanne, Reik, Camila, entre otros (se hizo sola, che). O el hecho de hablar sin parar durante muchas horas sin dejar que el silencio nos invada. O que se enoje cada vez que en un audio largo meto muchos silencios porque me enredo con palabras y no puedo explicar lo que me está pasando, e imagino que ella está del otro lado con el cuchillo entre los dientes. Y esa es la parte linda.

Hay muchas más cosas, pero por ahora las guardo para mí, para nosotros que sabemos lo que pasó y lo que pasa.

Te quiero mucho, Ailén, gracias por llegar a mi vida, gracias por llegar así y quedarte. Ojalá te sigas quedando. Porque los genios hacen eso.


PD: Todo comenzó un 5/5, porque todo tiene que ver con todo cuando ya está escrito.

PD2: "Si te quedaste con ganas de hablar, escribime un post que después lo leo". 

Quizás el horóscopo...

...esta vez acertó.


 Tormenta que nunca se queda quieta, ráfaga que desordena todo a su paso. Frente a ella, chispa incontrolable, fuego que se enciende sin permiso. El aire se acerca y la llama responde; la llama se eleva y el aire encuentra razón para seguir corriendo.

No es refugio, es borde. No es calma, es vértigo. Dos fuerzas que no saben si se buscan o se persiguen, que a veces parecen pelea y en realidad son danza. Cuando se tocan, inventan un territorio que no existía antes: una línea en el mapa dibujada con ceniza y viento.

Ni posesión ni promesa. Apenas impulso. Apenas el temblor de no saber si mañana quedará solo humo o si habrá vuelo. El fuego arde más alto, el aire se quiebra más hondo. Y en ese choque, todo se vuelve inevitable.

Futuro pluscuamperfecto.

(Como si el tiempo –o lo que queda de él– tuviera tu nombre).


Bajé y ahí estabas, pero quizás nunca bajaste, y quizás yo tampoco estaba ahí, sosteniendo un aire que olía a tu nombre. Todo a mi alrededor era ruido y tiempo quebrado, y vos flotabas entre eso, impoluta, intocable, majestuosa como si hubieras nacido de ecos que no existen, de momentos que no viví, de un mundo que se doblaba solo para dejarte pasar.

Recuerdo el brillo fugaz de tus ojos, y también recuerdo que aún no nos habíamos visto. Cada gesto tuyo se multiplicaba en mis pensamientos: inclinabas la cabeza, reías, respirabas, y yo lo registraba todo como un ladrón torpe que roba luz. Y después, en otro instante, ese instante ya había pasado y yo ya estaba imaginando tu risa en otro lugar, en otro tiempo.

Cierro los ojos y aparecés de nuevo, intacta, perfecta, pero distinta: más cercana, más imposible, más real. Todo se confunde: cafés que saben a infancia y a nostalgia, manos que se rozan y no se rozan, silencios que hablan y hablan demasiado. Me pierdo en vos, me busco en vos, y cada vez que creo alcanzarte, me doy cuenta de que te invento otra vez.

El mundo entero se estira, se fragmenta. Saltamos de un recuerdo que no fue a un futuro que ya pasó, y yo me dejo arrastrar. Vos estás ahí, en cada sombra, en cada curva de la calle que no existe, en cada risa que se cuela sin permiso. Y yo, deshilachado, roto, torpe, intento seguirte como quien persigue un reflejo en el agua, sabiendo que no puedo, y aun así siento acercarme.

A veces pienso que todo es lineal: los gestos que no dimos, las palabras que no dijimos, los abrazos que soñé mientras dormía y los que todavía no existen. Todo se confunde, y yo me pierdo, y a la vez me encuentro en vos, que aparecés donde y cuando no deberías.

No hay certezas, no hay principio ni final. Solo el vértigo de imaginar que todo podría pasar y, mientras lo imagino, ya está pasando: vos, yo, y un espacio infinito donde intento memorizar la forma en que tu risa atraviesa el tiempo y me hace tuyo sin tocarme. Y mientras cierro los ojos, todo se enreda más y más, y yo sonrío, porque aunque imposible, es perfecto, y no quiero que termine nunca.

Vos-quejar.

 Nunca hubo teorías que alcanzaran para explicar lo nuestro. Estabas vos y esa manera de mirarme, como si con un gesto pudieras trazar todo un mapa sobre mí. Siempre tuviste esa puntería rara: decir mucho sin palabras, marcarme con lo mínimo. A veces era apenas una mueca, un movimiento de hombros, o esa mezcla de ternura y soberbia que te salía tan natural.

Yo entendí rápido que la cosa iba a traer problemas. Lo presentí desde el comienzo, pero igual me quedé. No porque no viera las señales, sino porque había algo en vos que me podía más. Algo que, de algún modo, me convencía de que valía la pena arriesgar.

Me prometiste una parte de vos, apenas eso. Y lo esperé como si fuera algo grande, como si pudiera alcanzarme. Nunca llegó. Lo que tuve fueron retazos, escenas sueltas que nunca terminaban de armarse. Y yo, por torpe o por ansioso, me las ingeniaba para leerlas como si fueran otra cosa.

Hoy me descubro pidiéndote lo imposible: que me devuelvas esa parte que nunca existió. Que te quedes, aunque sea un rato, a morir conmigo en esta ciudad que a veces parece tan triste. Es un pedido absurdo, lo sé, pero también es el único que me sale.

Con el tiempo entendí que siempre fue igual: deseo, realidad y caída. Una historia que se repitió como si estuviera escrita de antemano. Y yo, como tantas veces, ocupando el lugar de quien mira hacia atrás sabiendo que, en el fondo, ya conocía el final.

"Amorcito".

Todavía me dura la sensación, la mezcla de tristeza, desilusión y quizás un poco de decepción.

Me duele por todo lo que te quiero, por toda la ilusión que tenía, por todo lo que quería. A veces la historia ya está escrita y aunque parece que no se puede cambiar si se puede, yo me animé y lo hice. 

Creo que lo merecía, que lo mereciamos ambos, no podía dejarlo así. Esta historia no se lo merecía, se merecía mucho más y entonces fui a cambiar todo. No tenía mucho que perder, otra vez me sentí en inferioridad pero me animé. Quedaba lejos, si, muy lejos. Era riesgoso, si, muy riesgoso. Estabas enojada, si, muy enojada.

Pero si no lo hacía era faltarle el respeto a todo, a todo lo que fuimos construyendo durante estos días, a todos los abrazos que queríamos darnos en los distintos momentos que nos íbamos conociendo tan velozmente.

Ya había perdido todo y mirá que yo sé lo que es perder todo, absolutamente todo. Por eso el impulso me llevó a hacerlo. Me tenía que animar, en una de esas no había un mañana. 

Ni siquiera sabía dónde estaba yendo, pero iba, no sé que pensaba, seguro en nada, te extrañaba un horror (y vos también a mi, podés negarlo si querés) en muchos momentos, o en casi todos, jamás se me ocurrió que pudiera pasar lo que pasó. Al fin y al cabo, vos me diste la idea, todavía tengo tu voz grabada cuando me lo dijiste. Digamos que usé tu propia bala, si se quiere.

No te conté pero sabía de antemano que nada de eso debía pasar, nada iba a pasar tampoco. Con esa ventaja solo tenía una misión más: hacer que pase.

Así que fui, con el corazón medio roto todavía, pero fui igual, no sabía dónde era pero fui lo mismo, con los ojos cerrados, pero llegué. Cara a cara frente al destino, reescribiendo la historia, y mirá que de eso también sé.

Pedí verte, que te llamaran, algo, no sé, tenía la certeza, la tranquilidad de que no terminaría todo en un escándalo, un poco porque te conozco, otro poco porque me mentía diciéndome que no eras capaz, pero andá a saber de lo que sos capaz.

Dije tu nombre y tu apellido, me preguntaron si te conocía, dije que no, que solo debía entregarte algo que te habían mandando, en parte era cierto. Me tuvieron ahí esperando, no sé cuántos minutos fueron, habían pasado las cuatro, me imaginaba a Cavani y Merentiel esperando en la manga para salir a jugar contra Racing, pero queriendo saber que iba a pasar con nosotros, estaban tan concentrados en eso que después durante el partido se comerían goles insólitos, quizás porque estaban ahí esperando ver qué como iba a salir todo, lo demás no importaba. 

Esos minutos fueron un juicio de lesa humanidad, me sentía detenido, preso, secuestrado, no me decían si ibas a venir vos o si te iban a dar lo que yo te había llevado, que a esa altura era lo de menos.

El tiempo no pasaba más, no sé cuántas eternidades fueron esos diez minutos, pero sabía que se acababa en cualquier momento, como se había acabado nuestro "amorcito" hacía exactamente un día. No me acuerdo cuantas veces cambié de mano la bolsita que llevaba, pero seguro fueron más veces que los audios que nos mandamos en los últimos tres meses.

Estaba al caer, era el momento, fue como una canción que te gusta y la disfrutás, cuando llega esa parte culmine. Apareciste, te vi, fui más valiente que nunca (no sé cómo lo habrás visto desde tu lugar), así que me acerqué a esperarte, venías con una sonrisa nerviosa que era la misma sonrisa nerviosa que seguro a mi se me salía hasta por los ojos. Confieso que si estabas enojada no se te notó ni un poco.

Todo lo demás fue de prepo, de yapa, ya tenía más de lo que había ido a dejar, porque el plan no era ese, el plan era solo dejarte lo que te había llevado y que te enterés que habíamos estado en el mismo espacio físico, el mismo día y a la misma hora. Después, vos sabrías que te producía eso.

Te abracé, no sé cuántas veces, pero fue más de una seguro, en una de esas te dije "Cuánto quise esto". No sabías que decir, estábamos iguales, aunque yo tenía miedo como no me pasaba hace mucho, tenía mucha vergüenza, estaba ante la desconocida que se había adueñado de mis últimos ochenta y cuatro días. "Dame la mano", te dije. Necesitaba sentirte, de esa manera. Me la diste y no pude dejar de acariciarte mientras los dos hablábamos de cualquier cosa para desinflamar la situación. 

Más allá de la locura que fue todo, creo que la historia lo merecía, nuestra micro historia, todas las veces que quisimos abrazarnos durante estos días lo merecían, era la coronación. Se me va a quedar por siempre la sensación de tocarte, de mirarte a los ojos, de verte sonreír, aunque quizás por dentro pensabas "Este psicópata me va a hacer algo". Quizás lo intuí, por eso te dije "¿En cuantos segundos un abrazo se convierte en una toma de rehenes?". 

Solo necesitaba eso para dejarte en paz definitivamente, para que este cuento termine acá y parezca a un final feliz hoy que la vida toma otro rumbo, toca seguir con la sensación de haberte visto, de sentir tu mano con mi mano juntas por única vez, de "no haber tenido miedo al éxito" (pero si miedo a todo lo demás).

Ahora sí, después de todo esto se hizo la luz, como cuando salí de ese lugar y el sol me dió de frente, puedo seguir con mi vida desde donde estaba.

Y como ya mencioné antes, eso de perder todo no me cambia nada porque yo perdí mucho y acá sigo, pero al menos no iba a perderme la chance de verte aunque sea una sola vez en mi vida. 
Sabía que ibas a venir © , Todos los derechos reservados. Diseñado por mi, claro Gracias por leer