No debía hacerlo, pero tenía que hacerlo. Tenían que chocar los planetas, la realidad de lo intangible podría materializarse después de todo. Ya no corría más ningún "¿Qué hubiese pasado si...?". Era el momento, el día, era la tarde, era ese viernes o ese sábado. Era, pero no.
Y todo se empezó a caer como si de un efecto dominó se tratase. Ahora había que aguantar. El tren de la una y veintidós supo todo. Solo quedaba esperar que el viento y el agua trajeran cosas mejores. Estimo que eso sucedió, de algún modo, sucedió.