Algunas veces ocurre que cuando algo está sucediendo no te das cuenta, en lo particular siempre me ha pasado y hasta de seguro me está pasando en este momento.
No voy a negar
nada, nada que no sea evidente, pero ella me gustaba, algo tenía y ella lo
sabía, algo tenía que me gustaba y empezó a usarlo. Recuerdo que una de las
primeras frases que me dijo fue “Vos sos muy chico para mí, pero seducime
igual, yo me dejo”. Supongo que ese es el inicio de la historia, de una
historia que se encaminaba para ser como mínimo “algo”.
Sé que debí decir
esto al principio, porque habla bien de ella. Ella es muy graciosa –supongo que
lo sigue siendo– pero no solo eso, aparte de graciosa es inteligente. Para
tipos como yo, ese tipo de cosas son debilidad, nos ponen en jaque, nos corren
del eje, hacen que aparte de dejarnos pensado nos preguntemos muchas cosas. Y
eso solo, significa que ya nos tienen, que nos atraparon. Gustos más, gustos
menos ya estamos adentro. Y eso fue lo que pasó en algún febrero.
Como ya aclaré en
el comienzo, jamás fui de los más lucidos para detectar “principios” quizás hoy
tampoco lo sea, aunque ya más cascoteado pude reconocer algún que otro
piedrazo, más no sea porque me resulta familiar.
Pero la ternura
más de una vez nos nubla. Y creo que eso le pasó a quien suscribe, bah, le ha
pasado muchas veces y esa fue una vez más, pero esa fue especial. Fue especial
porque el universo conspiró para que dos personas se encontraran y una de esas
quiera todo y la otra no supiera que quería, pero quizás quería algo.
(Que algo no ocurra, también es el destino).